sábado, 10 de noviembre de 2012

Outono gastronómico en Parada de Sil

Santa Cristina de Ribas de Sil, ejemplo del románico más puro en la Ribeira Sacra. ©F.J.Gil.
Parada de Sil es un municipio de 60 kilómetros cuadrados con algo más de seiscientos habitantes que se encuentra en plena Ribeira Sacra. No son pocos los miradores naturales desde los que se tiene una espléndida vista de los cañones del Sil y cuenta con uno de los monasterios más sorprendentes: Santa Cristina de Ribas de Sil. Santa cristina es una de las joyas más hermosas de la arquitectura románica de Galicia. Con doce siglos de historia tras sus piedras, Santa Cristina tuvo momentos de gran esplendor, aunque su decadencia prematura se debió a la prosperidad de su vecino de Santo Estevo. Pero incluso ese aspecto negativo fue una gran ventaja. Ajeno a las riquezas que se acumulaban en otros cenobios de la Ribeira Sacra, no sufrió transformaciones ni ampliaciones gracias a lo cual presenta todavía hoy día los rasgos del más puro románico. Sin embargo no es la arquitectura lo que me trae a hablaros hoy de Parada de Sil sino la celebración a lo largo de todos los sábados del mes de noviembre de su Outono Gastronómico.
 
Por los bosques de Parada de Sil podremos ver numerosas "caracochas", troncos de castaños centenarios ahuecados por el paso del tiempo, que se resisten a la podredumbre y siguen produciendo riquísimas castañas. ©F.J.Gil. 
El castaño es el rey de los bosques de Parada de Sil y noviembre es el mes en el que sus frutos se encuentran en sazón. La castaña gallega es un producto con indicación geográfica protegida lo que subraya una calidad excepcional que aquí, cobra especial relevancia. La cosecha de 2012 ha proporcionado una buena producción de la que han exportado a los mercados donde este producto gallego tiene gran predicamento más de 70.000 kilos, según datos aportados por el alcalde, Francisco Magide, un hombre inquieto con ideas y muchas iniciativas para hacer de su municipio un lugar digno de ser visitado y recordado.
Una Amanita muscaria surge entre los erizos de las castañas. Es un bosque lleno de sorpresas. ©F.J.Gil.
 
La oferta hostelera es variada en Parada de Sil y se ha implicado en esta exaltación gastronómica, ofreciendo menús y jornadas en las que las setas, las castañas, el vino de la Ribeira Sacra y otros productos autóctonos de calidad como mermeladas, miel y bicas –no podemos tampoco olvidar que la carne de estas tierras es buenísima, especialmente la de ternera– son protagonistas.
El barquilleiro, uno de los antiguos oficios de los vecinos de Parada de Sil
que recorrían mundo gritando "al rico parisién", y vendiendo barquillos
por las alamedas de todas las ciudades de Europa. ©F.J.Gil.
 
Para los amantes de la buena comida, Parada de Sil es un paraíso. Se puede comer abundantemente y luego redimir esas calorías que pudiéramos coger en exceso con un paseo por alguno de los muchísimos senderos que surcan estos montes. Hay rutas para todos los gustos y para todos los corazones. Desde el que nos lleva al monasterio de Santa Cristina y que tiene una longitud de 18 kilómetros  o el que discurre siguiendo la orilla del río Mao hasta su desembocadura en el Sil. Antiguas sendas de pescadores, caminos trazados por los carros en los que eran acarreados los cestones con las castañas, o las uvas tras la vendimia…
 
Pozas del río Mao en su último tramo antes de rendirse al Sil. ©F.J.Gil.
Hace muchos años que descubrí este rincón de Galicia. Desde entonces se ha convertido en uno de los que más frecuento. En cada excursión descubro algo nuevo, algo que me sorprende. Algo que me enamora. En esta ocasión, fue la antigua central hidroeléctrica que había a orillas del río Mao, a muy pocos metros de distancia de la frontera entre Parada y A Teixeira, en la parroquia de Barxacova. Recuperada y rehabilitada por el Concello, hoy ha sido convertida en un albergue cafetería que regentan dos jóvenes emprendedores: David y Óscar. El albergue tiene capacidad para más de veinte excursionistas y ofrece cama y desayuno por 12 euros diarios en temporada baja. Hacen todo tipo de comidas por encargo. Un lugar ideal para convertirlo en centro de operaciones de muchísimas excursiones ya sea en grupos o simplemente una escapada familiar. “A Fábrica da Luz”, que así se llama este nuevo establecimiento, es un ejemplo de esfuerzo de un pueblo por recuperar su patrimonio industrial y al mismo tiempo propiciar el empleo con iniciativas que contribuyen a la revalorización del territorio. No solo es una obra ejecutada con gusto, sino también con sentido común y sostenibilidad: La empresa eléctrica se llevó las turbinas de la vieja fábrica de la luz, que ahora ya no produce energía hidráulica. Pero de sus tejados sale la energía necesaria para calentar el agua sanitaria, gracias a unos paneles solares térmicos, y en breve estarán instalados los paneles solares fotovoltaicos que la harán autosuficiente también en electricidad.
Una pasarela de más de un kilómetro nos lleva por la antigua senda de los pescadores, siempre pegados al río Mao, en la parroquia de Barxacova. ©F.J.Gil.

La antigua central eléctrica se ha convertido en un coqueto albergue-cafetería llamado "A Fábrica da Luz". ©F.J.Gil.

Uno de los dos dormitorios colectivos del albergue. Su aspecto es luminoso y de gran limpieza. ©F.J.Gil.

David, a la izquierda, y Óscar, dos emprendedores, están al frente de  "A Fábrica da Luz". ©F.J.Gil.
 
Pensiones, casas de turismo rural, un camping con cabañas de madera y un estupendo cocinero, y ahora también un albergue singular, desde cuyas dependencias arranca un sendero que recorre por una pasarela de madera más de un kilómetro de orilla del río Mao. Todo esto me hace pensar que la felicidad está en esa Galicia interior salpicada de ríos y bosques, como sucede en Parada de Sil.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Maceda, vigía de la Alta Limia

Castillo de Maceda, ahora convertido en hotel-centro cultural. ©F.J.Gil.
El término municipal de Maceda se encuentra en la Alta Limia y su nombre original era Manzaneda de Limia. Su perfil encuentra las líneas más altas en los montes de San Mamede y limita con sus vecinos municipios de Baños de Molgas y Vilar de Barrio.
El emblema, el signo de identidad de Maceda, es su castillo. Se trata de una fortaleza que nació como un baluarte defensivo y a la vez ofensivo en una época de gran agitación. Siempre había luchas pendientes: si no eran con los moros, era con los portugueses o unos nobles contra otros o los Irmandiños contra los señores. Desde sus orígenes, allá por el siglo XI, hasta bien entrada la Edad Moderna fue sufriendo reformas, unas para dotarlo de mejores condiciones cuando llegaron las armas de fuego, otras para acomodar mejor a sus ocupantes, dejando de lado su carácter militar para convertirse en un  castillo residencial.
Entre sus moradores se cuenta que Alfonso X el Sabio aprendió gallego mientras vivió en él. De sus muros salió uno de los más famosos navegantes portugueses, que en realidad era gallego de nación: Joao da Nova, Xoán Novoa, descubridor de las islas de Santa Helena –a la que mandarían en destierro a Napoleón– de Ceilán, hoy conocida como Sri Lanka.
El castillo de Maceda es de aspecto austero, nada recargado, con una planta sólida, bien fortificada, que cuenta con dos torreones, patio de armas, un pozo-aljibe y una edificación de sobrias líneas que en la actualidad es utilizado como equipamiento cultural y hotel. Este estado actual es el fruto de la restauración realizada tras convertirse en un edificio público, pues los condes de Maceda, que fueron sus propietarios durante varios siglos, dejaron que se fuese arruinando poco a poco. En 1949 fue declarado monumento nacional.
Si pensáis en hacer una escapada con noche en el hotel, siento frustraros, ya que en la actualidad no da servicio de habitaciones.
Sarcófago de la casa de los condes de Maceda en el interior de la iglesia de San Pedro. ©F.J.Gil
Desde sus torres y lo alto de sus murallas se tiene una espléndida vista del entorno y, en primer plano, casi a sus pies, de la iglesia de San Pedro, con rasgos platerescos y barrocos y un cementerio anexo en el que se encuentran algunos de los que fueran ilustres habitantes de la fortaleza. Tanto la iglesia como el cementerio merecen una visita, sobre todo ahora, en pleno puente de Difuntos.
El paisaje de esta tierra está marcada por un altiplano, en el pasado conocido como la Alta Limia. Su conformación orográfica viene determinada por los montes de San Mamede, que destacan en el extremo oriental, en la frontera con los municipios vecinos de Vilar de Barrio y Baños de Molgas.
Para los amantes de la naturaleza y los caminos, el río Sor, que aquí llaman Maceda, va a proporcionar una ruta de gran belleza. El pequeño río, afluente del Arnoia cuenta con paseos en ambas orillas a lo largo de casi cinco kilómetros. La pesca de la trucha continúa siendo uno de sus atractivos, pero también las cascadas –siempre me gustará más su nombre gallego: fervenzas– explotadas en el pasado por el hombre para obtener la energía necesaria para mover molinos que todavía podemos contemplar en este itinerario fluvial.
Molino en el río Sor o Maceda, al que se llega por un agradable sendero. ©F.J.Gil
La ruta del río Maceda es apropiada hacerla a pie, en bicicleta o a caballo, aprovechando un centro ecuestre está escasa distancia.
Gran parte de los 3.100 habitantes de Maceda residen en el núcleo urbano que es la capital de un municipio cuya extensión territorial es de 102 kilómetros cuadrados. Perfectamente comunicado con Ourense por tres carreteras diferentes, Maceda es una villa con una gran vida. Se puede comprobar si no llueve, en las terrazas de los cafés y bares que abundan en sus principales calles. Algunos de estos establecimientos se esfuerzan en proporcionar un entorno atractivo y, al mismo tiempo, enxebre, mostrando un aspecto casi etnográfico.
Tan pronto como asoma el buen tiempo las calles se llenan de terrazas. ©F.J.Gil
El paseo por sus calles nos permitirá tomar contacto ccon un estilo arquitectónico típicamente gallego: casas con soportales y galerías, de forja o madera y cristal que permiten aprovechar mejor un espacio que, de otro modo, llegados los fríos invernales resultaría completamente inútil.
De Maceda era uno de los personajes más singulares de la Galicia del siglo XX: Fernando Quiroga Palacios, arzobispo de Santiago y Príncipe de la Iglesia, dignidad que alcanzó cuando fue nombrado cardenal. Como cardenal participó en la elección de dos papas: Juan XXIII, del que era amigo personal, y Pablo VI. Como arzobispo de Santiago, además de muchas acciones que contribuyeron a darle lustre a la archidiócesis y a Compostela como centro de peregrinación, cuentan que Quiroga Palacios fue el precursor de que Lavacolla alcanzase la condición de aeropuerto internacional, ante un Franco reticente que había negado las inversiones a todas las comisiones de fuerzas vivas compostelanas que habían ido a visitarle. ¿Cómo lo consiguió? Hizo circular el rumor de que existía la posibilidad de que el Papa, entonces Pablo VI, programase una visita a Santiago con ocasión del año santo de 1965, con lo que la reivindicación de la ampliación y mejora del aeropuerto se hacía más necesaria. Franco mandó llamar a Quiroga para que le contase qué había de cierto en el asunto por si debería o no hacerse la ampliación. Quiroga apoyó la iniciativa, pensando que resultaría imprescindible si realmente el Papa se decidía a venir a Santiago, a lo que Franco le contestó:
–¿Y si no viene?
–¿Y si viene? –respondió Quiroga.
–Ya, pero… ¿si no viene?–insistió Franco.
–Sí, sí –le contestaba Quiroga– pero ¿y si viene?
Al final Franco accedió a hacer las obras, pero Pablo VI no vino.