domingo, 22 de julio de 2012

Vimianzo, la fortaleza de la Costa da Morte

Castillo de Vimianzo. ©F.J.Gil.


Vimianzo es un municipio extenso en superficie, más de 187 kilómetros cuadrados, con algo más de 8.000 habitantes que se reparten en las 14 parroquias en las que está dividido administrativamente su territorio, si bien, la mayor parte están concentrados en la villa que es capital municipal y que es también el centro administrativo y de la mayor parte de los servicios.
Si se trata de un municipio con un índice de población relativamente bajo, en cambio, para el viajero, Vimianzo será uno de los destinos más densos en cuanto a atractivos y lugares de interés. Y no de ahora, sino de siempre. De siempre, es decir desde hace miles de años. La concentración de restos megalíticos es impresionante. Tanto, que existe una ruta, la Ruta de los Dólmenes que nos permitirá visitar algunas de estas muestras de la arquitectura más primigenia de nuestros ancestros, cuyo catálogo supera el centenar en Vimianzo.
Dolmen de Pedra Cuberta. ©F.J.Gil.
Por ejemplo, el dolmen de Pedra Cuberta, cuya antigüedad está datada hace, nada menos que sesenta siglos, en torno al 4.000 antes de Cristo. Documentado y difundido internacionalmente desde la década de 1930, es uno de los más conocidos de toda Galicia y de los pocos que presentaba decoración pictórica.
No muy lejos de este dolmen se encuentra la ermita de San Bartolomé, San Bartolo, sobre una cumbre de algo más de 400 metros desde la que se tiene dominio de todo el valle de Soneira y una perspectiva casi de vista de pájaro de Vimianzo capital municipal y de un valle fértil en el que no faltan las fincas perfectamente trabajadas y ordenadas.
Si buscamos altura y dominio del entorno, Chan das Lagoas es el lugar adecuado. Desde este punto, a 530 metros sobre el nivel del mar, se encuentra el centro de control marítimo desde el que se vigila el paso de los petroleros y grandes buques por la Costa da Morte. Veremos el Atlántico, el cabo de Fisterra, el embalse de Fervenza y buena parte de esta comarca.
Es muy fácil ver el mar desde muchos de los puntos altos del relieve de Vimianzo. Pero tal vez la forma mas cómoda es acercarse a él, ya que aunque predomina el paisaje de interior, no podemos olvidar que Vimianzo llega al mar en dos puntos significativos. El primero de ellos es Sabadelle, en la parroquia de Carantoña, donde el Atlántico se deja seducir por una costa sinuosa. En momentos de calma, toma el aspecto de un lago de aguas transparentes y de color esmeralda. Pero no podemos olvidar que es el mismo océano que, cuando se enfurece, lanza toda su fuerza sobre estas rocas y estas piedras hasta convertirlas en lamidos cantos rodados.
Carpintería de ribera en el Río Grande. ©F.J.Gil.

Allá donde desemboca el río Grande, Vimianzo vuelve a ver el mar. Lo hace en una marisma alargada, en la que el río y el océano se confunden. Al amparo de un océano tenebroso, Cereixo propicia actividades como la carpintería de ribera, la construcción naval más tradicional en la que se fabrican y reparan las embarcaciones que forman parte del paisaje pesquero de Galicia desde tiempo inmemorial. Muy cerca, se encuentra el molino de mareas de Cereixo, un ingenio hidráulico singular que convertía la fuerza de las mareas en energía al servicio del hombre. Un paseo recorre esta zona de la costa y nos lleva hasta la iglesia parroquial de Santiago de Cereixo. La advocación del apóstol se hace patente en el tímpano de la puerta sur de este pequeño pero hermoso templo románico, en el que aparece labrado un relieve de la barca que trasladó al apóstol desde Jaifa, acompañado de sus discípulos más directos. Una representación única en el románico gallego, que fue incluso empleado como grabado en el anverso de monedas acuñadas en la época de Felipe II.
Al lado de la iglesia, uno de los más de veinte pazos y casas blasonadas que forman parte del patrimonio arquitectónico de Vimianzo. Las Torres de Cereixo, lleva el escudo de los Condes de Maceda y Taboada. Su construcción es de una elegante sobriedad en sillería de fábrica en la que destacan las torres de sus extremos.
Otro de los pazos que nos llamará la atención se encuentra en pleno casco urbano de Vimianzo, es el Pazo de Trasariz. Ejemplo emblemático de la arquitectura señorial de Galicia, Trasariz nos presenta un edificio con capilla anexa y una espectacular solana que se eleva sobre un paso porticado en la planta baja.
Ambos pazos son privados y el visitante tendrá que conformarse con verlos desde el exterior. Pero, que nadie se desanime. La joya de la arquitectura de Vimianzo y su principal icono está todavía por ver y además es perfectamente visitable cada una de sus estancias. Nos referimos al Castillo de Vimianzo. Una fortaleza medieval que sufrió el acoso y derribo de los irmandiños durante la revuelta popular y que luego, tras la derrota de los campesinos, éstos fueron obligados a reconstruir.
El castillo no destaca por su tamaño, ya que es de dimensiones recortadas, sino por sus armoniosas proporciones. La reconstrucción nos revela una fortaleza con todos sus ingredientes: patio de armas, torre del homenaje, aljibe y distintas dependencias que hoy son ocupadas para mostrar algunas de las más representativos oficios artesanales de estas tierras: El lino,  cultivado, hilado y tejido siguiendo las mismas técnicas que se empleaban hace siglos.

El encaje de bolillos es, quizás, una de las actividades más vinculada a la artesanía popular de la Costa da Morte. Las palilleiras de Vimianzo, de Camariñas o de tantas villas de esta costa, que pese a estar tan alejada del resto del mundo ponían de manifiesto con su técnica lo cercanas que estaban de los artesanos europeos de Holanda, Bélgica o Italia.
El castillo de Vimianzo no solo es un monumento en sí, un ejemplo de las fortalezas medievales de Galicia. Es un viaje a las esencias de nuestro pasado y una manera de descubrir oficios y técnicas que están en nuestra historia, pero también en nuestro patrimonio cultural y etnográfico.
Batanes de Mosquetín. ©F.J.Gil.
Y puestos a hablar de etnografía y de Vimianzo, no podemos marcharnos sin visitar uno de sus espacios más hermosos. Mosquetín, es mucho más que un paseo a orillas de uno de los ríos que bañan los valles de Vimianzo. Es un ejemplo armónico de cómo el hombre convirtió la fuerza del agua en energía de trabajo para mover molinos y batanes y lo integró en el paisaje. Los molinos y batanes de mosquetín constituyen uno de los mejores conjuntos etnográficos de este tipo de cuantos hay en Galicia: los batanes servían para mazar el lino y la lana y la misma agua que daba fuerza a estos ingenios, era empleada para convertir en harina el trigo, el centeno o el maíz.
Sin salir de su territorio, Vimianzo nos llevó de viaje por todas las edades del hombre. Desde el alba de los tiempos, a la Edad Media, del siglo de las luces y de los grandes pazos, en la Edad Moderna al presente más cercano, éste en el que los vimianceses se esmeran por preservar su historia y su patrimonio y se brindan a compartirlos con quienes deseen conocer y disfrutar de este municipio.

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