sábado, 10 de noviembre de 2012

Outono gastronómico en Parada de Sil

Santa Cristina de Ribas de Sil, ejemplo del románico más puro en la Ribeira Sacra. ©F.J.Gil.
Parada de Sil es un municipio de 60 kilómetros cuadrados con algo más de seiscientos habitantes que se encuentra en plena Ribeira Sacra. No son pocos los miradores naturales desde los que se tiene una espléndida vista de los cañones del Sil y cuenta con uno de los monasterios más sorprendentes: Santa Cristina de Ribas de Sil. Santa cristina es una de las joyas más hermosas de la arquitectura románica de Galicia. Con doce siglos de historia tras sus piedras, Santa Cristina tuvo momentos de gran esplendor, aunque su decadencia prematura se debió a la prosperidad de su vecino de Santo Estevo. Pero incluso ese aspecto negativo fue una gran ventaja. Ajeno a las riquezas que se acumulaban en otros cenobios de la Ribeira Sacra, no sufrió transformaciones ni ampliaciones gracias a lo cual presenta todavía hoy día los rasgos del más puro románico. Sin embargo no es la arquitectura lo que me trae a hablaros hoy de Parada de Sil sino la celebración a lo largo de todos los sábados del mes de noviembre de su Outono Gastronómico.
 
Por los bosques de Parada de Sil podremos ver numerosas "caracochas", troncos de castaños centenarios ahuecados por el paso del tiempo, que se resisten a la podredumbre y siguen produciendo riquísimas castañas. ©F.J.Gil. 
El castaño es el rey de los bosques de Parada de Sil y noviembre es el mes en el que sus frutos se encuentran en sazón. La castaña gallega es un producto con indicación geográfica protegida lo que subraya una calidad excepcional que aquí, cobra especial relevancia. La cosecha de 2012 ha proporcionado una buena producción de la que han exportado a los mercados donde este producto gallego tiene gran predicamento más de 70.000 kilos, según datos aportados por el alcalde, Francisco Magide, un hombre inquieto con ideas y muchas iniciativas para hacer de su municipio un lugar digno de ser visitado y recordado.
Una Amanita muscaria surge entre los erizos de las castañas. Es un bosque lleno de sorpresas. ©F.J.Gil.
 
La oferta hostelera es variada en Parada de Sil y se ha implicado en esta exaltación gastronómica, ofreciendo menús y jornadas en las que las setas, las castañas, el vino de la Ribeira Sacra y otros productos autóctonos de calidad como mermeladas, miel y bicas –no podemos tampoco olvidar que la carne de estas tierras es buenísima, especialmente la de ternera– son protagonistas.
El barquilleiro, uno de los antiguos oficios de los vecinos de Parada de Sil
que recorrían mundo gritando "al rico parisién", y vendiendo barquillos
por las alamedas de todas las ciudades de Europa. ©F.J.Gil.
 
Para los amantes de la buena comida, Parada de Sil es un paraíso. Se puede comer abundantemente y luego redimir esas calorías que pudiéramos coger en exceso con un paseo por alguno de los muchísimos senderos que surcan estos montes. Hay rutas para todos los gustos y para todos los corazones. Desde el que nos lleva al monasterio de Santa Cristina y que tiene una longitud de 18 kilómetros  o el que discurre siguiendo la orilla del río Mao hasta su desembocadura en el Sil. Antiguas sendas de pescadores, caminos trazados por los carros en los que eran acarreados los cestones con las castañas, o las uvas tras la vendimia…
 
Pozas del río Mao en su último tramo antes de rendirse al Sil. ©F.J.Gil.
Hace muchos años que descubrí este rincón de Galicia. Desde entonces se ha convertido en uno de los que más frecuento. En cada excursión descubro algo nuevo, algo que me sorprende. Algo que me enamora. En esta ocasión, fue la antigua central hidroeléctrica que había a orillas del río Mao, a muy pocos metros de distancia de la frontera entre Parada y A Teixeira, en la parroquia de Barxacova. Recuperada y rehabilitada por el Concello, hoy ha sido convertida en un albergue cafetería que regentan dos jóvenes emprendedores: David y Óscar. El albergue tiene capacidad para más de veinte excursionistas y ofrece cama y desayuno por 12 euros diarios en temporada baja. Hacen todo tipo de comidas por encargo. Un lugar ideal para convertirlo en centro de operaciones de muchísimas excursiones ya sea en grupos o simplemente una escapada familiar. “A Fábrica da Luz”, que así se llama este nuevo establecimiento, es un ejemplo de esfuerzo de un pueblo por recuperar su patrimonio industrial y al mismo tiempo propiciar el empleo con iniciativas que contribuyen a la revalorización del territorio. No solo es una obra ejecutada con gusto, sino también con sentido común y sostenibilidad: La empresa eléctrica se llevó las turbinas de la vieja fábrica de la luz, que ahora ya no produce energía hidráulica. Pero de sus tejados sale la energía necesaria para calentar el agua sanitaria, gracias a unos paneles solares térmicos, y en breve estarán instalados los paneles solares fotovoltaicos que la harán autosuficiente también en electricidad.
Una pasarela de más de un kilómetro nos lleva por la antigua senda de los pescadores, siempre pegados al río Mao, en la parroquia de Barxacova. ©F.J.Gil.

La antigua central eléctrica se ha convertido en un coqueto albergue-cafetería llamado "A Fábrica da Luz". ©F.J.Gil.

Uno de los dos dormitorios colectivos del albergue. Su aspecto es luminoso y de gran limpieza. ©F.J.Gil.

David, a la izquierda, y Óscar, dos emprendedores, están al frente de  "A Fábrica da Luz". ©F.J.Gil.
 
Pensiones, casas de turismo rural, un camping con cabañas de madera y un estupendo cocinero, y ahora también un albergue singular, desde cuyas dependencias arranca un sendero que recorre por una pasarela de madera más de un kilómetro de orilla del río Mao. Todo esto me hace pensar que la felicidad está en esa Galicia interior salpicada de ríos y bosques, como sucede en Parada de Sil.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Maceda, vigía de la Alta Limia

Castillo de Maceda, ahora convertido en hotel-centro cultural. ©F.J.Gil.
El término municipal de Maceda se encuentra en la Alta Limia y su nombre original era Manzaneda de Limia. Su perfil encuentra las líneas más altas en los montes de San Mamede y limita con sus vecinos municipios de Baños de Molgas y Vilar de Barrio.
El emblema, el signo de identidad de Maceda, es su castillo. Se trata de una fortaleza que nació como un baluarte defensivo y a la vez ofensivo en una época de gran agitación. Siempre había luchas pendientes: si no eran con los moros, era con los portugueses o unos nobles contra otros o los Irmandiños contra los señores. Desde sus orígenes, allá por el siglo XI, hasta bien entrada la Edad Moderna fue sufriendo reformas, unas para dotarlo de mejores condiciones cuando llegaron las armas de fuego, otras para acomodar mejor a sus ocupantes, dejando de lado su carácter militar para convertirse en un  castillo residencial.
Entre sus moradores se cuenta que Alfonso X el Sabio aprendió gallego mientras vivió en él. De sus muros salió uno de los más famosos navegantes portugueses, que en realidad era gallego de nación: Joao da Nova, Xoán Novoa, descubridor de las islas de Santa Helena –a la que mandarían en destierro a Napoleón– de Ceilán, hoy conocida como Sri Lanka.
El castillo de Maceda es de aspecto austero, nada recargado, con una planta sólida, bien fortificada, que cuenta con dos torreones, patio de armas, un pozo-aljibe y una edificación de sobrias líneas que en la actualidad es utilizado como equipamiento cultural y hotel. Este estado actual es el fruto de la restauración realizada tras convertirse en un edificio público, pues los condes de Maceda, que fueron sus propietarios durante varios siglos, dejaron que se fuese arruinando poco a poco. En 1949 fue declarado monumento nacional.
Si pensáis en hacer una escapada con noche en el hotel, siento frustraros, ya que en la actualidad no da servicio de habitaciones.
Sarcófago de la casa de los condes de Maceda en el interior de la iglesia de San Pedro. ©F.J.Gil
Desde sus torres y lo alto de sus murallas se tiene una espléndida vista del entorno y, en primer plano, casi a sus pies, de la iglesia de San Pedro, con rasgos platerescos y barrocos y un cementerio anexo en el que se encuentran algunos de los que fueran ilustres habitantes de la fortaleza. Tanto la iglesia como el cementerio merecen una visita, sobre todo ahora, en pleno puente de Difuntos.
El paisaje de esta tierra está marcada por un altiplano, en el pasado conocido como la Alta Limia. Su conformación orográfica viene determinada por los montes de San Mamede, que destacan en el extremo oriental, en la frontera con los municipios vecinos de Vilar de Barrio y Baños de Molgas.
Para los amantes de la naturaleza y los caminos, el río Sor, que aquí llaman Maceda, va a proporcionar una ruta de gran belleza. El pequeño río, afluente del Arnoia cuenta con paseos en ambas orillas a lo largo de casi cinco kilómetros. La pesca de la trucha continúa siendo uno de sus atractivos, pero también las cascadas –siempre me gustará más su nombre gallego: fervenzas– explotadas en el pasado por el hombre para obtener la energía necesaria para mover molinos que todavía podemos contemplar en este itinerario fluvial.
Molino en el río Sor o Maceda, al que se llega por un agradable sendero. ©F.J.Gil
La ruta del río Maceda es apropiada hacerla a pie, en bicicleta o a caballo, aprovechando un centro ecuestre está escasa distancia.
Gran parte de los 3.100 habitantes de Maceda residen en el núcleo urbano que es la capital de un municipio cuya extensión territorial es de 102 kilómetros cuadrados. Perfectamente comunicado con Ourense por tres carreteras diferentes, Maceda es una villa con una gran vida. Se puede comprobar si no llueve, en las terrazas de los cafés y bares que abundan en sus principales calles. Algunos de estos establecimientos se esfuerzan en proporcionar un entorno atractivo y, al mismo tiempo, enxebre, mostrando un aspecto casi etnográfico.
Tan pronto como asoma el buen tiempo las calles se llenan de terrazas. ©F.J.Gil
El paseo por sus calles nos permitirá tomar contacto ccon un estilo arquitectónico típicamente gallego: casas con soportales y galerías, de forja o madera y cristal que permiten aprovechar mejor un espacio que, de otro modo, llegados los fríos invernales resultaría completamente inútil.
De Maceda era uno de los personajes más singulares de la Galicia del siglo XX: Fernando Quiroga Palacios, arzobispo de Santiago y Príncipe de la Iglesia, dignidad que alcanzó cuando fue nombrado cardenal. Como cardenal participó en la elección de dos papas: Juan XXIII, del que era amigo personal, y Pablo VI. Como arzobispo de Santiago, además de muchas acciones que contribuyeron a darle lustre a la archidiócesis y a Compostela como centro de peregrinación, cuentan que Quiroga Palacios fue el precursor de que Lavacolla alcanzase la condición de aeropuerto internacional, ante un Franco reticente que había negado las inversiones a todas las comisiones de fuerzas vivas compostelanas que habían ido a visitarle. ¿Cómo lo consiguió? Hizo circular el rumor de que existía la posibilidad de que el Papa, entonces Pablo VI, programase una visita a Santiago con ocasión del año santo de 1965, con lo que la reivindicación de la ampliación y mejora del aeropuerto se hacía más necesaria. Franco mandó llamar a Quiroga para que le contase qué había de cierto en el asunto por si debería o no hacerse la ampliación. Quiroga apoyó la iniciativa, pensando que resultaría imprescindible si realmente el Papa se decidía a venir a Santiago, a lo que Franco le contestó:
–¿Y si no viene?
–¿Y si viene? –respondió Quiroga.
–Ya, pero… ¿si no viene?–insistió Franco.
–Sí, sí –le contestaba Quiroga– pero ¿y si viene?
Al final Franco accedió a hacer las obras, pero Pablo VI no vino.

jueves, 25 de octubre de 2012

Carballo, tierra y agua de Bergantiños

El roble, en gallego carballo, que da nombre a Carballo, uno de los pocos topónimos que la wikipedia no se empeñó en castellanizar. ©F.J.Gil.
Carballo es uno de los municipios más grandes en extensión de la provincia de A Coruña. Algo más de 186 kilómetros cuadrados. Sus 31.300 habitantes lo han convertido en el undécimo municipio más poblado de Galicia. Capital de la comarca de Bergantiños, Carballo se encuentra a 41 kilómetros de A Coruña y a 45 de Santiago. El vínculo con la capital provincial viene de antiguo. Hoy existe una autopista de peaje que pone en menos de 25 minutos a cualquier visitante que quiera desplazarse a Carballo desde la ciudad herculina. Pero en el pasado se luchó durante décadas por conseguir, primero un ferrocarril y luego un tranvía, que enlazase ambas localidades. Ninguna de las dos opciones prosperaron, pero sí un trolebús, que fue, durante su existencia, el que mantenía un recorrido más largo en toda Europa.
 
Ninguno de estos hechos, la alta demografía y la demanda de buenas comunicaciones fueron sin motivo. Carballo cuenta con un valle fértil, donde todavía es frecuente ver tierras cultivadas, por ejemplo, por sembrados de patatas que rivalizan en calidad con las mejores de Galicia. Su calidad agrícola y su costa son dos de los factores determinantes de su riqueza. Otro, es su tradición comercial. Como capital de una comarca muy dinámica. Las Ferias de Carballo todavía hoy siguen teniendo gran relevancia. La villa cuenta con un trazado urbano de gran vitalidad en el que no faltan calles peatonales, zonas comerciales y espacios de recreo.
 
No podemos olvidar que Carballo, además de comercial y agrícola, es una villa termal. La más importante de la provincia de A Coruña. Sus Baños Viejos están a punto de cumplir 200 años, lo que lo convierte en uno de los balnearios más antiguos de Galicia todavía en activo. Baños viejos de Carballo. Su nombre podría hacernos pensar que hay otros baños más modernos.  Lo cierto es que si los hubo, no sobrevivieron. Eso sí pese al nombre, Baños Viejos, el balneario está puesto a la última.
 
Las aguas, en Carballo, son importantes en todos los sentidos, y no solo las termales. Pensemos, por ejemplo, en sus ríos. El Anllóns cruza la villa y da lugar a espacios de esparcimiento y paseo. Pero si queremos un entorno más agreste y que el paseo se convierta en una saludable ruta de senderismo con sorprendentes imágenes, debemos realizar la ruta das Férvedas.
Las Férvedas
 
La cascada o férveda de Rús. ©F.J.Gil
En Rús, se encuentra la Férveda de Rús, su desnivel de treinta metros, producido por una falla es sorteado por el agua del pequeño río formando una cascada y un entorno de gran belleza. Muy cerca está la iglesia parroquial, construida entre los siglos XVII y XIX, tiene una planta y esencia barrocas, pero presenta igualmente trazas neoclásicas.
 
A pocos kilómetros, que se pueden realizar dando un paseo siguiendo el itinerario de esta ruta, se encuentra la capilla de San Paio, con su cruceiro y su atrio a partir del cual se desenvuelve una pequeña aldea. El camino nos conduce enseguida a las orillas del río Outón, un paisaje umbrío jalonado por todas las especies arbóreas que son propias de un bosque de ribera. El murmullo del agua que nos acompaña se va acrecentando, de manera que el oído nos advierte poco a poco, de la escena que nos aguarda al traspasar la última curva:
 
Férveda de San Paio, en el río Outón. ©F.J.Gil
Allí, encontraremos una espectacular cascada. Espectacular en altura, pues son cuarenta metros de caída, unas veces libre, otras lamiendo las rocas que poco a poco, pero de manera inexorable, se desgastan por la fuerza del impacto del agua.

Ya solo por esta imagen merece la pena visitar Carballo. Pero, claro. Este municipio, a las puertas de la Costa da Morte, todavía nos depara grandes y gratas sorpresas.
 
Por ejemplo, conocer el árbol que da nombre al municipio. Se encuentra en la parroquia de san Xoán de Carballo y es un roble, un carballo, centenario y de impresionantes proporciones.
Muy cerca está el pazo de Vilardefrancos. No es el único de la villa, pero constituye un ejemplo paradigmático de la calidad de las casas hidalgas de estas tierras. Documentado ya en el siglo XVII, su trazado es a la vez sobrio y señorial, dominando un entorno de fincas y bosques que seguramente estaban bajo su dominio en el pasado. El escudo nos desvela algunos de los linajes con los que estuvo relacionado este pazo: Moscoso, Pardiñas, Figueroa y, por supuesto, Vilardefrancos.
 
Si quisiéramos hacer un viaje al pasado más remoto, la arquitectura en su versión más primigenia está representada por el Dolmen de Pedra Moura. La cultura megalítica tiene en toda la comarca numerosos vestigios, lo que pone de manifiesto que ya desde el alba de los tiempos, el hombre eligió estas tierras para asentarse en ellas, por su calidad y fertilidad.
 
Y si quienes vienen a Carballo lo hacen muchas veces buscando salud en sus aguas medicinales, hay otros que recurren a la leyenda para conseguirla. Entonces se dirigen a la capilla de San Sadurniño, san Saturnino, a cuya vera se encuentra una singular piedra, con un singular pero muy gráfico nombre: a Pedra do Cú. Dice la tradición que quien se sienta en ella puede librarse de los hemorroides.
 
Playa de Razo, lugar idóneo para la práctica de deportes de viento y agua. ©F.J.Gil
La visita no puede concluir sin acercarnos a la costa. Pues, aunque la villa, que reúne la mayor parte de su población, está situada en el interior del municipio, el litoral atlántico de Carballo es digno de una excursión que nos podría llevar un día entero. O más, si lo que queremos en practicar deportes como el surf, windsurf y otras actividades. Las playas de Razo y Pedra de Sal abren numerosas posibilidades que pasan por un simple baño, tomar el sol, comer en un pequeño restaurante de la playa, o lanzarse a la aventura de subirse a un ala delta, o hacer surf y windsurf.
 

La laguna interior de la playa de Baldaio. ©F.J.Gil.
En Razo, se extiende uno de los espacios marítimos más singulares de Galicia. Calificado de Importancia Comunitaria, el conjunto formado por las marismas, la laguna y las dunas de Razo-Baldaio representan un verdadero paraíso. Paraíso para las aves que utilizan este espacio como lugar de tránsito en sus migraciones inter continentales. Para otras, que han decidido instalarse aquí de manera permanente. Pero también para anfibios, mamíferos, reptiles… y también para una flora endémica que forma parte del paisaje y lo moldea, frenando el impacto del viento sobre los kilométricos arenales.
 
 
Razo-Baldaio muestra la naturaleza en su lucha perpetua: el océano que moldea la costa y la arena que suaviza la fuerza de uno de los mares más bravos que encontraremos en Galicia.
 

La gastronomía de Carballo sería mucho menos sin su pan. ©F.J.Gil
Que nos queda por conocer de Carballo? Lo primero, descubrir su gastronomía, basada en esta riqueza de su mar y su tierra. Y dentro de la gastronomía, no podemos olvidar su pan. Las panaderías de Carballo trabajan de manera incansable para producir uno de los panes con más demanda en toda la provincia de A Coruña.
 
 
Carballo ofrece tantos atractivos que la primera visita que hagamos es posible que se convierta solo en eso. En una visita de descubrimiento, para luego volver a pasar un fin de semana, una semana o incluso unas vacaciones. Y, desde luego, para repetir. Queda pendiente un regreso para hablar de su balneario y otro para desgranar ese singular y bellísimo espacio natural que forman las dunas, la marisma y la laguna de Baldaio.

viernes, 19 de octubre de 2012

Melgaço, el Portugal más norteño


Pabellón de bebida del balneario do Peso en Melgaço. ©F.J.Gil
Hoy os propongo una visita al Balneario do Peso, en Melgaço. Para llegar a nuestro destino, si el viaje lo hacemos desde Galicia, el camino más cómodo es llegar hasta Arbo (Pontevedra), cruzar el puente internacional y emprender el camino directo hasta el parque de las termas. Si el viaje se hace desde Ourense, hay una opción más larga, pero al mismo tiempo más bonita. Seguir la carretera de Cortegada, luego continuar hasta el Concello de Padrenda y cruzar la antigua frontera de San Gregorio.
Para los viajeros que hagan la ruta desde Portugal, el punto de referencia será Valença do Minho y desde esta localidad, seguir la carretera que discurre por la orilla izquierda del Miño, río arriba, pasando primero por Monça͂o y finalmente llegaremos a Melgaço.
 
Melgaço es un municipio extenso, casi 240 km2 que supone el inicio de la raya seca entre Galicia y Portugal, ya que, si bien una parte de su frontera lo es con el Miño por medio, a partir de la frontera de San Gregorio se extiende una zona montañosa que llega a superar los 1300 metros sobre el nivel del mar. Cuenta con una población de algo menos de 10.000 habitantes y, para los amantes de los hitos, Melgaço cuenta con dos: es el municipio más septentrional de Portugal y en su parroquia de Castro Laboreiro se encuentra la aldea de Curral do Gonçalo que según la CIM TV es la aldea poblada a más altitud de todo Portugal (podéis ver el reportaje pinchando aquí).
Las Termas de la Quinta do Peso se encuentran en un parque de frondosa vegetación y disfrutaban, en el pasado, del apoyo de una infraestructura hotelera compuesta por el Grande Hotel Aguas de Melgaço, Grande Hotel do Peso, el Hotel Rocha y la pensión Boavista. Es de destacar este hecho en una localidad de muy pocos habitantes, muy alejada de todo el entramado urbano portugués, en el extremo septentrional de la región del Alto Miño y con una importante competencia de balnearios en un radio de menos de cincuenta kilómetros (Cortegada, Caldelas de Tui, Monça͂o). Sin embargo, la naturaleza de estas aguas es singular, tanto en la zona como en toda la eurorregión, ya que resultará muy difícil encontrar en este ámbito geográfico aguas bicarbonatadas cálcicas, cuando lo normal es que sea el azufre el principal componente, especialmente en las hiper y mesotermales, y el bicarbonato sódico en las frías.
El visitante encontrará en la Quinta do Peso las antiguas instalaciones termales y la planta de embotellado, que después de un tiempo de inactividad ha vuelto a comercializar sus aguas minerales en envases de 25 cl desde 2003.
Paseo por el parque de las termas que finaliza en el pabellón de bebida de la Fonte Nova. ©F.J.Gil.
Este balneario fue muy reputado en el pasado para el tratamiento de la diabetes y la insuficiencia hepática. De hecho, más del setenta por ciento de los agüistas llegaban para tratarse de lo primero y algo más del diez por ciento para lo segundo. En temporadas, la concurrencia pasaba del millar de inscripciones, siendo julio el mes con más usuarios. La captación y venta de aguas embotelladas comenzó en 1885 y la autorización para instalar un balneario data de diciembre de 1893. La concesionaria de estas aguas es la empresa Vidago, Melgaço & Pedras Salgadas (VMPS), hoy integrada en la corporación alimentaria UNICER. El parque se encuentra en la actualidad bajo la tutela de la Cámara Municipal, que ha emprendido una labor de recuperación del parque termal que en el pasado tanta actividad promovió en la zona. Hoy día el mayor atractivo de los visitantes lo constituyen la gastronomía y el vino. De lo primero, no faltan en temporada las buenas lampreas, que elaboran al modo bordelés, al igual que en la orilla gallega del Miño, ni tampoco el bacalao, que sigue siendo el gran benefactor de la gastronomía portuguesa. De lo segundo, conviene recordar que estamos en tierras de los Vinhos Verdes y que hay pequeñas bodegas que elaboran en esta zona tanto blancos como tintos. Los amantes del albariño, podrán disfrutar de la versión portuguesa de ese monovarietal, el alvarinho.
En los alrededores tenemos visitas interesantes como el Castillo de Melgaço, en pleno centro urbano y el de Castro Laboreiro, a más de mil metros de altitud. Ambos han sido declarados monumentos nacionales.
 
Las aguas
Pero volvamos a las aguas. Son aguas de mineralización fuerte y sabor muy agradable. Bicarbonatado cálcicas, ferruginosas, silicatadas emergen con una importante presencia de gas carbónico disuelto en las mismas. Dos fuentes surten el establecimiento y la planta de embotellado: Principal y Nova, con una ligera variación de temperatura (16,1º y 15,7º respectivamente) y también algunas diferencias en cuanto al grado de mineralización y la presencia de gas disuelto, siendo mayor para ambos parámetros en la “Nova”.

 

 

 

jueves, 11 de octubre de 2012

Bidueiral de Montederramo, un bosque nórdico en la Galicia meridional

La Serra de San Mamede acoge el Bidueiral de Montederramo. ©F.J.Gil
Montederramo tiene numerosos lugares de interés, de gran valor arquitectónico, pero lo que nos mueve a llegar aquí es acercarnos a las estribaciones de la Serra de San Mamede para conocer el mayor y mejor conservado bosque de abedules que se encuentra en Galicia, una verdadera singularidad ambiental, pues esta especie prospera formando bosques en zonas mucho más septentrionales. El abedul está presente en las tradiciones, la industria y la artesanía en los países nórdicos, desde la península de Escandinavia hasta Siberia.
 

Su corteza blanca llama especialmente la atención, tal vez como un reclamo para sus múltiples aplicaciones tantas veces utilizadas en el pasado: construcción de canoas, zuecos, cuerdas... su madera se talla en Rusia para hacer las tradicionales "matrioskas" y del aceite  que se extrae de sus ramas y corteza se obtienen pomadas cicatrizantes y  una esencia con la que curtir pieles, además de otras muchos productos.
Los líquenes se desarrollan gracias a la pureza del aire. ©F.J.Gil.
 
Nos movemos entre los 900 y los 1.600 metros de altitud sobre el nivel del mar. La pureza del aire es extraordinaria y se manifiesta con el desarrollo de líquenes en las ramas de los árboles, lo que les confiere un aspecto venerable.  El bidueiral de Montederramo dispone de senderos para realizar a pie, a caballo, y hasta algunas zonas puede llegarse en coche. Pero es mejor desprenderse de él para no perturbar un silencio que solo rompe el viento al rozar con el follaje de este bosque. Además de una importante concentración de abedules, esta zona declarada de interés comunitario, cuenta también con importantes contingentes de acebos y robles de distintas variedades. El paisaje se nutre de una fauna en la que reina el águila por los cielos, pero también hay azores, gavilanes y, si no alteramos mucho la paz del bosque, podremos descubrir ardillas, cérvidos, jabalíes… y en los arroyos, tritones y otros anfibios.
 
Cómo llegar:
 
Para viajar hacia Montederramo el mejor camino es coger, desde Ourense, la carretera de Trives, la C536, antigua carretera a Ponferrada. A poco más de 35 kilómetros de salir de la capital de la provincia, después de pasar por Vilariño Frío, nos encontraremos con un pequeño ramal por la derecha que nos lleva directamente al núcleo urbano de la capital municipal. Un municipio de gran extensión, nada menos que 137 kilómetros cuadrados, pero con muy poca población: apenas alcanza el millar de personas, de las cuales la mayor parte viven en la capital municipal. Desde el pueblo, hay indicaciones para llegar hasta el Bidueiral.
 
Paisaje del bosque de Montederramo en invierno. ©F.J.Gil.
 

domingo, 22 de julio de 2012

Vimianzo, la fortaleza de la Costa da Morte

Castillo de Vimianzo. ©F.J.Gil.


Vimianzo es un municipio extenso en superficie, más de 187 kilómetros cuadrados, con algo más de 8.000 habitantes que se reparten en las 14 parroquias en las que está dividido administrativamente su territorio, si bien, la mayor parte están concentrados en la villa que es capital municipal y que es también el centro administrativo y de la mayor parte de los servicios.
Si se trata de un municipio con un índice de población relativamente bajo, en cambio, para el viajero, Vimianzo será uno de los destinos más densos en cuanto a atractivos y lugares de interés. Y no de ahora, sino de siempre. De siempre, es decir desde hace miles de años. La concentración de restos megalíticos es impresionante. Tanto, que existe una ruta, la Ruta de los Dólmenes que nos permitirá visitar algunas de estas muestras de la arquitectura más primigenia de nuestros ancestros, cuyo catálogo supera el centenar en Vimianzo.
Dolmen de Pedra Cuberta. ©F.J.Gil.
Por ejemplo, el dolmen de Pedra Cuberta, cuya antigüedad está datada hace, nada menos que sesenta siglos, en torno al 4.000 antes de Cristo. Documentado y difundido internacionalmente desde la década de 1930, es uno de los más conocidos de toda Galicia y de los pocos que presentaba decoración pictórica.
No muy lejos de este dolmen se encuentra la ermita de San Bartolomé, San Bartolo, sobre una cumbre de algo más de 400 metros desde la que se tiene dominio de todo el valle de Soneira y una perspectiva casi de vista de pájaro de Vimianzo capital municipal y de un valle fértil en el que no faltan las fincas perfectamente trabajadas y ordenadas.
Si buscamos altura y dominio del entorno, Chan das Lagoas es el lugar adecuado. Desde este punto, a 530 metros sobre el nivel del mar, se encuentra el centro de control marítimo desde el que se vigila el paso de los petroleros y grandes buques por la Costa da Morte. Veremos el Atlántico, el cabo de Fisterra, el embalse de Fervenza y buena parte de esta comarca.
Es muy fácil ver el mar desde muchos de los puntos altos del relieve de Vimianzo. Pero tal vez la forma mas cómoda es acercarse a él, ya que aunque predomina el paisaje de interior, no podemos olvidar que Vimianzo llega al mar en dos puntos significativos. El primero de ellos es Sabadelle, en la parroquia de Carantoña, donde el Atlántico se deja seducir por una costa sinuosa. En momentos de calma, toma el aspecto de un lago de aguas transparentes y de color esmeralda. Pero no podemos olvidar que es el mismo océano que, cuando se enfurece, lanza toda su fuerza sobre estas rocas y estas piedras hasta convertirlas en lamidos cantos rodados.
Carpintería de ribera en el Río Grande. ©F.J.Gil.

Allá donde desemboca el río Grande, Vimianzo vuelve a ver el mar. Lo hace en una marisma alargada, en la que el río y el océano se confunden. Al amparo de un océano tenebroso, Cereixo propicia actividades como la carpintería de ribera, la construcción naval más tradicional en la que se fabrican y reparan las embarcaciones que forman parte del paisaje pesquero de Galicia desde tiempo inmemorial. Muy cerca, se encuentra el molino de mareas de Cereixo, un ingenio hidráulico singular que convertía la fuerza de las mareas en energía al servicio del hombre. Un paseo recorre esta zona de la costa y nos lleva hasta la iglesia parroquial de Santiago de Cereixo. La advocación del apóstol se hace patente en el tímpano de la puerta sur de este pequeño pero hermoso templo románico, en el que aparece labrado un relieve de la barca que trasladó al apóstol desde Jaifa, acompañado de sus discípulos más directos. Una representación única en el románico gallego, que fue incluso empleado como grabado en el anverso de monedas acuñadas en la época de Felipe II.
Al lado de la iglesia, uno de los más de veinte pazos y casas blasonadas que forman parte del patrimonio arquitectónico de Vimianzo. Las Torres de Cereixo, lleva el escudo de los Condes de Maceda y Taboada. Su construcción es de una elegante sobriedad en sillería de fábrica en la que destacan las torres de sus extremos.
Otro de los pazos que nos llamará la atención se encuentra en pleno casco urbano de Vimianzo, es el Pazo de Trasariz. Ejemplo emblemático de la arquitectura señorial de Galicia, Trasariz nos presenta un edificio con capilla anexa y una espectacular solana que se eleva sobre un paso porticado en la planta baja.
Ambos pazos son privados y el visitante tendrá que conformarse con verlos desde el exterior. Pero, que nadie se desanime. La joya de la arquitectura de Vimianzo y su principal icono está todavía por ver y además es perfectamente visitable cada una de sus estancias. Nos referimos al Castillo de Vimianzo. Una fortaleza medieval que sufrió el acoso y derribo de los irmandiños durante la revuelta popular y que luego, tras la derrota de los campesinos, éstos fueron obligados a reconstruir.
El castillo no destaca por su tamaño, ya que es de dimensiones recortadas, sino por sus armoniosas proporciones. La reconstrucción nos revela una fortaleza con todos sus ingredientes: patio de armas, torre del homenaje, aljibe y distintas dependencias que hoy son ocupadas para mostrar algunas de las más representativos oficios artesanales de estas tierras: El lino,  cultivado, hilado y tejido siguiendo las mismas técnicas que se empleaban hace siglos.

El encaje de bolillos es, quizás, una de las actividades más vinculada a la artesanía popular de la Costa da Morte. Las palilleiras de Vimianzo, de Camariñas o de tantas villas de esta costa, que pese a estar tan alejada del resto del mundo ponían de manifiesto con su técnica lo cercanas que estaban de los artesanos europeos de Holanda, Bélgica o Italia.
El castillo de Vimianzo no solo es un monumento en sí, un ejemplo de las fortalezas medievales de Galicia. Es un viaje a las esencias de nuestro pasado y una manera de descubrir oficios y técnicas que están en nuestra historia, pero también en nuestro patrimonio cultural y etnográfico.
Batanes de Mosquetín. ©F.J.Gil.
Y puestos a hablar de etnografía y de Vimianzo, no podemos marcharnos sin visitar uno de sus espacios más hermosos. Mosquetín, es mucho más que un paseo a orillas de uno de los ríos que bañan los valles de Vimianzo. Es un ejemplo armónico de cómo el hombre convirtió la fuerza del agua en energía de trabajo para mover molinos y batanes y lo integró en el paisaje. Los molinos y batanes de mosquetín constituyen uno de los mejores conjuntos etnográficos de este tipo de cuantos hay en Galicia: los batanes servían para mazar el lino y la lana y la misma agua que daba fuerza a estos ingenios, era empleada para convertir en harina el trigo, el centeno o el maíz.
Sin salir de su territorio, Vimianzo nos llevó de viaje por todas las edades del hombre. Desde el alba de los tiempos, a la Edad Media, del siglo de las luces y de los grandes pazos, en la Edad Moderna al presente más cercano, éste en el que los vimianceses se esmeran por preservar su historia y su patrimonio y se brindan a compartirlos con quienes deseen conocer y disfrutar de este municipio.

sábado, 14 de julio de 2012

Pobra de Trives, en el corazón de la montaña


Pobra de Trives. Plaza del Reloj. ©F.J.Gil
Para llegar a Pobra de Trives, el mejor punto de partida es la ciudad de Ourense. Desde la capital de la provincia se toma la carretera 536, antiguo camino a Ponferrada y de salida desde Galicia hacia León, el país Vasco, y el resto de Europa.
La 536 es una entretenida ruta, cómoda de hacer, y en sus 71 kilómetros nos acompañará un paisaje con el que disfrutaremos la hora escasa que nos ocupará llegar hasta nuestro destino.
Trives se encuentra inmersa en un terreno altamente montañoso. En la fachada de su casa consistorial luce la placa del instituto geográfico nacional que nos informa de que estamos a 748 metros sobre el nivel del mar. No es para menos,  pues nos encontramos en el corazón del Gran Macizo Oriental ourensano, entre las tierras de la Serra da Queixa, Manzaneda y todo ese conjunto de serranías y valles en los que nacen los ríos que luego serán afluentes del Sil.

El municipio tiene una superficie de algo más de 84 kilómetros cuadrados y no como señala la Wikipedia, que le atribuye 31,29. Su población, de casi 2.500 habitantes se esparce por un territorio dividido en 19 parroquias, si bien la mayor parte se concentra en la capital municipal.
La importancia de la villa que ejerce esa capitalidad tanto en el pasado como en la actualidad por su condición de cabecera de comarca y de partido judicial, lo demuestra su estructura urbana y el estilo señorial de muchas de sus casas y edificios públicos. Ahí están, la Plaza del Reloj o la plaza del Pilón y muchos otros rincones para mostrárnoslo.
Trives era lugar de paso obligado en la salida de Galicia hacia León por una carretera cuya construcción se debe precisamente a Nicanor Alvarado y Casanova, primer marqués de Trives. Don Nicanor había llevado a las Cortes la defensa de los intereses de Ourense en general y de esta tierra en particular, tanto en el Congreso, del que formó parte en 1858, como en el Senado, del que sería miembro posteriormente.
La verdad es que el diputado marqués, cuya casa sigue siendo uno de los edificios señeros de la villa de Trives, no fue el primero en hacer una carretera. Los romanos ya habían pasado por aquí y habían dejado construida una de sus emblemáticas obras públicas: la vía XVIII, también llamada vía Nova, que une Braga con Astorga y que conectaba Trives con el resto del Imperio. De esa calzada todavía quedan elementos notables: además de algún miliario, los romanos realizaron en diversas épocas de su dominación tres puentes para atravesar el municipio. Ponte Návea, que cruza el río que le da nombre, en su frontera con el vecino municipio de San Xoán de Río. Ponte Cabalar, en la parroquia de Piñeiro, cuya reconstrucción se llevó a cabo en la primera mitad del siglo XIX. Y el más grande de los tres, cruza el río Bibei, a la salida en la dirección al Barco de Valdeorras en la parroquia de Mendoia. Ponte Bibei tiene 75 metros de longitud y siete de ancho. Seguramente el puente primigenio, el romano no presentaba este mismo aspecto ya que fue reconstruido en el siglo XIX y reformado nuevamente a principios del XX. Lo cierto es que este puente, que sirvió para que los carros romanos cruzasen el Bibei, sigue en activo diecinueve siglos después de su construcción.
Monasterio de Sobrado de Trives. ©F.J.Gil
Dejando a un lado la ingeniería, si nos interesa la arquitectura religiosa, no podemos dejar de visitar el monasterio de Sobrado de Trives, en la parroquia y lugar del mismo nombre, al cual llegaremos tomando la carretera a la villa de Manzaneda (ojo, a la villa, no a la estación de esquí). El monasterio de Sobrado fue construido en el siglo XII y perteneció a la orden de San Benito. Su factura es románica, tanto en lo que se refiere al monasterio como a la iglesia y pese a la sobriedad que es tan característica de este estilo arquitectónico, Sobrado nos sorprenderá por algunos de sus ornamentos labrados en piedra así como por su campanario, separado de la pequeña iglesia del conjunto monástico. El entorno del monasterio conserva todavía su aspecto medieval y se podría, perfectamente viajar en el tiempo ochocientos años atrás y transportarnos a la vida de una pequeña aldea gallega al pie de un monasterio en plena Edad Media.
Otro de los bellos rincones del municipio, y se encuentra relativamente cerca del núcleo urbano es Penafolenche. En esta parroquia hay un pequeño núcleo rural que conserva sus esencias tan vinculadas a la arquitectura tradicional de montaña de Galicia y nos reserva una sorpresa que tiene que ver mucho con su nombre: El mirador instalado sobre una monumental roca redondeada por la erosión: un penedo gigantesco desde el que se puede tener una visión panorámica del entorno.
Aquí, por cierto, comienza una de las rutas de senderismo más interesantes de las muchas que se pueden realizar en Trives. Se trata de la Ruta dos Sequeiros, los tradicionales secaderos de castañas. La castaña no solo configura el paisaje, con los bosques de este árbol, sino también la gastronomía.

Bosques, castaña, la montaña, las señas de identidad de esta tierra están presentes en el Centro de Interpretación que ocupa buena parte del espacio del antiguo Colegio de Santa Leonor, una visita obligada para quien quiera conocer mejor estas tierras del interior de Galicia y sus gentes. Un recorrido audiovisual por su itinerario nos ofrecerá una visión poética de esta realidad que es Trives. Y allí mismo, podemos viajar al pasado: el museo de la infancia y la escuela, con numerosísimos elementos que nos llevarán a los tiempos del silabario, del pizarrín, del mecano, de los tebeos del guerrero del antifaz y muchísimas cosas más. Un mundo escolar e infantil de mucho antes de la ESO, de la EGB que recordarán con ternura nuestros abuelos y que nos sorprenderá a nosotros. Santa Leonor fue un colegio de la orden de La Salle, y en él estudiaron muchas generaciones de triveses.

Son muchas las plazas hoteleras que ofrece este municipio y buena parte de ese desarrollo turístico se debe, además de a sus recursos naturales y monumentales, a la estación invernal de Cabeza Grande de Manzaneda que fue el verdadero motor del turismo desde la década de 1970 en esta zona y que ofrece atractivos tanto en invierno, especialmente cuando hay nieve, que es lo suyo, como en verano.
Bica mantecada de Trives. ©F.J.Gil
Trives siempre invitará a regresar. Del viaje, nos podemos llevar el recuerdo de sus paisajes montañosos, pero también un recuerdo más material: su tradicional bica mantecada. Será un dulce recuerdo y, seguramente, un motivo más para volver.