sábado, 14 de julio de 2012

Pobra de Trives, en el corazón de la montaña


Pobra de Trives. Plaza del Reloj. ©F.J.Gil
Para llegar a Pobra de Trives, el mejor punto de partida es la ciudad de Ourense. Desde la capital de la provincia se toma la carretera 536, antiguo camino a Ponferrada y de salida desde Galicia hacia León, el país Vasco, y el resto de Europa.
La 536 es una entretenida ruta, cómoda de hacer, y en sus 71 kilómetros nos acompañará un paisaje con el que disfrutaremos la hora escasa que nos ocupará llegar hasta nuestro destino.
Trives se encuentra inmersa en un terreno altamente montañoso. En la fachada de su casa consistorial luce la placa del instituto geográfico nacional que nos informa de que estamos a 748 metros sobre el nivel del mar. No es para menos,  pues nos encontramos en el corazón del Gran Macizo Oriental ourensano, entre las tierras de la Serra da Queixa, Manzaneda y todo ese conjunto de serranías y valles en los que nacen los ríos que luego serán afluentes del Sil.

El municipio tiene una superficie de algo más de 84 kilómetros cuadrados y no como señala la Wikipedia, que le atribuye 31,29. Su población, de casi 2.500 habitantes se esparce por un territorio dividido en 19 parroquias, si bien la mayor parte se concentra en la capital municipal.
La importancia de la villa que ejerce esa capitalidad tanto en el pasado como en la actualidad por su condición de cabecera de comarca y de partido judicial, lo demuestra su estructura urbana y el estilo señorial de muchas de sus casas y edificios públicos. Ahí están, la Plaza del Reloj o la plaza del Pilón y muchos otros rincones para mostrárnoslo.
Trives era lugar de paso obligado en la salida de Galicia hacia León por una carretera cuya construcción se debe precisamente a Nicanor Alvarado y Casanova, primer marqués de Trives. Don Nicanor había llevado a las Cortes la defensa de los intereses de Ourense en general y de esta tierra en particular, tanto en el Congreso, del que formó parte en 1858, como en el Senado, del que sería miembro posteriormente.
La verdad es que el diputado marqués, cuya casa sigue siendo uno de los edificios señeros de la villa de Trives, no fue el primero en hacer una carretera. Los romanos ya habían pasado por aquí y habían dejado construida una de sus emblemáticas obras públicas: la vía XVIII, también llamada vía Nova, que une Braga con Astorga y que conectaba Trives con el resto del Imperio. De esa calzada todavía quedan elementos notables: además de algún miliario, los romanos realizaron en diversas épocas de su dominación tres puentes para atravesar el municipio. Ponte Návea, que cruza el río que le da nombre, en su frontera con el vecino municipio de San Xoán de Río. Ponte Cabalar, en la parroquia de Piñeiro, cuya reconstrucción se llevó a cabo en la primera mitad del siglo XIX. Y el más grande de los tres, cruza el río Bibei, a la salida en la dirección al Barco de Valdeorras en la parroquia de Mendoia. Ponte Bibei tiene 75 metros de longitud y siete de ancho. Seguramente el puente primigenio, el romano no presentaba este mismo aspecto ya que fue reconstruido en el siglo XIX y reformado nuevamente a principios del XX. Lo cierto es que este puente, que sirvió para que los carros romanos cruzasen el Bibei, sigue en activo diecinueve siglos después de su construcción.
Monasterio de Sobrado de Trives. ©F.J.Gil
Dejando a un lado la ingeniería, si nos interesa la arquitectura religiosa, no podemos dejar de visitar el monasterio de Sobrado de Trives, en la parroquia y lugar del mismo nombre, al cual llegaremos tomando la carretera a la villa de Manzaneda (ojo, a la villa, no a la estación de esquí). El monasterio de Sobrado fue construido en el siglo XII y perteneció a la orden de San Benito. Su factura es románica, tanto en lo que se refiere al monasterio como a la iglesia y pese a la sobriedad que es tan característica de este estilo arquitectónico, Sobrado nos sorprenderá por algunos de sus ornamentos labrados en piedra así como por su campanario, separado de la pequeña iglesia del conjunto monástico. El entorno del monasterio conserva todavía su aspecto medieval y se podría, perfectamente viajar en el tiempo ochocientos años atrás y transportarnos a la vida de una pequeña aldea gallega al pie de un monasterio en plena Edad Media.
Otro de los bellos rincones del municipio, y se encuentra relativamente cerca del núcleo urbano es Penafolenche. En esta parroquia hay un pequeño núcleo rural que conserva sus esencias tan vinculadas a la arquitectura tradicional de montaña de Galicia y nos reserva una sorpresa que tiene que ver mucho con su nombre: El mirador instalado sobre una monumental roca redondeada por la erosión: un penedo gigantesco desde el que se puede tener una visión panorámica del entorno.
Aquí, por cierto, comienza una de las rutas de senderismo más interesantes de las muchas que se pueden realizar en Trives. Se trata de la Ruta dos Sequeiros, los tradicionales secaderos de castañas. La castaña no solo configura el paisaje, con los bosques de este árbol, sino también la gastronomía.

Bosques, castaña, la montaña, las señas de identidad de esta tierra están presentes en el Centro de Interpretación que ocupa buena parte del espacio del antiguo Colegio de Santa Leonor, una visita obligada para quien quiera conocer mejor estas tierras del interior de Galicia y sus gentes. Un recorrido audiovisual por su itinerario nos ofrecerá una visión poética de esta realidad que es Trives. Y allí mismo, podemos viajar al pasado: el museo de la infancia y la escuela, con numerosísimos elementos que nos llevarán a los tiempos del silabario, del pizarrín, del mecano, de los tebeos del guerrero del antifaz y muchísimas cosas más. Un mundo escolar e infantil de mucho antes de la ESO, de la EGB que recordarán con ternura nuestros abuelos y que nos sorprenderá a nosotros. Santa Leonor fue un colegio de la orden de La Salle, y en él estudiaron muchas generaciones de triveses.

Son muchas las plazas hoteleras que ofrece este municipio y buena parte de ese desarrollo turístico se debe, además de a sus recursos naturales y monumentales, a la estación invernal de Cabeza Grande de Manzaneda que fue el verdadero motor del turismo desde la década de 1970 en esta zona y que ofrece atractivos tanto en invierno, especialmente cuando hay nieve, que es lo suyo, como en verano.
Bica mantecada de Trives. ©F.J.Gil
Trives siempre invitará a regresar. Del viaje, nos podemos llevar el recuerdo de sus paisajes montañosos, pero también un recuerdo más material: su tradicional bica mantecada. Será un dulce recuerdo y, seguramente, un motivo más para volver.

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